viernes, 30 de marzo de 2012

Voltaire y el Tratado de la tolerancia


La tolerancia por respeto al individuo se podría formular como:
"No estoy de acuerdo contigo, pero te dejo que lo hagas por respeto a las diferencias"
La tolerancia para la defensa de un ideal de libertad, está perfectamente ilustrada por una célebre citación atribuida de manera apócrifa a Voltaire ¹, pero que en realidad fue utilizada por la escritora S.G. Tallentyre -seudónimo de Evelyn Beatrice Hall- como ilustración de las creencias de Voltaire en la biografía que escribió de él.: "No estoy de acuerdo con lo que me dices, pero lucharé hasta el final para que puedas decirlo".
Las citas de Voltaire se han extraído de la siguiente edición del Tratado de la tolerancia: Editorial Crítica, Barcelona, 1992. Y del Diccionario de filosofía, Akal, Madrid, 1985.
Otro autor de la Ilustración, además de Locke, que abordó directamente la problemática de la tolerancia fue Voltaire (1694-1778). A través de su Tratado de la tolerancia y en los artículos "Fanatismo" y "Tolerancia" de su Diccionario filosófico nos encontramos con argumentos que confirman y complementan la defensa de la tolerancia hecha por Locke. También, aunque de menor importancia, escribió un extenso poema sobre la tolerancia: La Henriade, en 1723, donde critica el fanatismo y sus trágicas consecuencias.
Voltaire representa el ala radical de la Ilustración francesa. Su obra significa la última consecuencia del espíritu crítico ilustrado. Se debate entre el optimismo y la confianza en el ser humano, por un lado, y la desesperación ante la estupidez humana que lo contradice. Esta estupidez sólo podrá curarse con la Ilustración, esto es, con la supresión del prejuicio y la aplicación de la razón crítica a las costumbres sociales, la política y el conocimiento. En esta línea se desarrolla la defensa de la tolerancia que esboza en su tratado. No obstante, en oposición a Leibnitz (con cuyo exagerado optimismo se enfrenta directamente) y a Rousseau, no elimina un marcado pesimismo que le lleva a reconocer la existencia y predominio del mal, ante lo cual la razón se debate impotente. Esto no le impide apelar a ella, a la “sana razón humana”, para que intervenga en la lucha a favor del bien. Esta lucha es la del mal contra el bien, del saber contra la ignorancia, de la prudencia contra el fanatismo.
En el Tratado, Voltaire parte del "asunto de Calas", un caso real de persecución desatada contra una familia de calvinistas franceses. En 1762 fue ejecutado el comerciante Juan Calas, bajo la falsa acusación de haber asesinado a su hijo porque éste pretendía convertirse al catolicismo. Alrededor de este asunto, se desarrolló una trama de sucesos, narrada por Voltaire, donde se puso de manifiesto una vez más la intolerancia y el fanatismo de la misma sociedad que los ilustrados querían "salvar" desde la razón y su hermana gemela, la libertad. Ante tales acontecimientos, nuestro autor exclama: “Parece que el fanatismo, indignado por el éxito de la razón, se vuelve contra ella con más rabia” (P. 15).
Pues bien, afirma, mientras existan pueblos y gobernantes intolerantes, habrá guerras, tumultos y, por tanto, desgracia. Por el contrario, la tolerancia proporciona paz y prosperidad a la sociedad. En este sentido, escribe: “(...), esa tolerancia jamás produjo guerras civiles; la intolerancia ha convertido la tierra en una carnicería” (P. 33). La tolerancia se presenta como principio para la convivencia, como único modo de vivir en paz y libremente: “(...) y el gran principio, el principio universal de uno y otro, está en toda la tierra: 'No hagas lo que no quieras que te hagan'. Pues bien, si se sigue este principio no se advierte cómo un hombre puede decir a otro: 'Cree lo que yo creo y que tú no puedes creer o morirás'” (P. 39).
La intolerancia se opone a cuanto de racional hay en el hombre y nos acerca a las fieras: “(...) el derecho de intolerancia es absurdo y bárbaro; es el derecho de los tigres; es mucho más horrible aún, porque los tigres no se destrozan sino para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unas frases” (P. 40). Voltaire apela a la Historia para demostrar que “(...) de todos los pueblos civilizados de la antigüedad, ninguno cohibió la libertad de pensamiento” (P. 41).
Argumenta, como ya había hecho Locke, que la persecución intolerante es incoherente con el verdadero espíritu cristiano, lo que contradice la trayectoria de fanatismo que la Iglesia ha mantenido durante siglos. “Si no me engaño, hay muy pocos pasajes en los Evangelios, de los que el espíritu perseguidor haya podido inferir que la intolerancia y la coacción son legítimas;” (P. 85). Voltaire comenta y cita numerosos episodios bíblicos que apoyan esta idea. En el Diccionario filosófico, afirma: “De todas las religiones, la cristiana es, sin duda, la que tiene que inspirar más tolerancia, aunque hasta aquí los cristianos hayan sido los más intolerantes de todos los hombres” (P. 497).
Donde no hay razón, abunda la intolerancia. Queremos resaltar el énfasis pionero que pone en ello nuestro filósofo. De la superstición, nace el fanatismo. Existe, por tanto, una estrecha relación entre la tolerancia y el espíritu crítico y racional que nos conduce al conocimiento del mundo y de nosotros mismos; como conclusión de su Tratado, Voltaire lo afirma:
“Sólo los espíritus razonables piensan noblemente; cabezas coronadas, almas dignas de su rango, han dado grandes ejemplos en esta ocasión. Sus nombres serán señalados en los fastos de la filosofía, que consiste en el horror a la superstición, y en esa caridad universal que Cicerón recomienda: Charitas humani generis. Esa caridad, cuyo nombre se ha apropiado la teología, como si sólo a ella perteneciese, pero cuya realidad ha proscrito con frecuencia. Caridad, amor al género humano; virtud desconocida de los embaucadores, de los pedantes que argumentan y de los fanáticos que persiguen” (P. 171).
Otro motivo, que se suma a los ya expuestos, para fomentar una actitud tolerante es la evidencia de que somos seres imperfectos, a quienes cuesta hallar verdades. En el Diccionario filosófico afirma en este sentido: “Todos estamos modelados de debilidades y de errores. Perdonémonos las necedades recíprocamente, (...)” (P. 494) “(...) tenemos que tolerarnos mutuamente, porque somos débiles, inconsecuentes y sujetos a la mutabilidad y al error” (P. 501).
Por último, es muy digno de mención, además de la justificación de la tolerancia que desde su espíritu comprometido e ilustrado acomete, el sentido profundo de un lema que él hizo famoso: Écrasez l´infâme! (¡No dejes de pisotear al infame!). Lo podemos parafrasear como no toleres jamás la intolerancia. Es decir, la propia tolerancia apunta hacia unos límites que no puede traspasar, so pena de dejar de serlo.

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